sábado, 16 de abril de 2011

La tumba de Pachacutec

Fue en una larga y cordial entrevista con el gran arqueólogo peruano Dr. Luis Guillermo Lumbreras, que me vine a enterar del asunto.

Resulta pues, que conforme muy pocos de nuestros compatriotas saben, la famosa ciudadela de Machu Picchu, jamás fue fortaleza, ni refugio de la clase religiosa del antiguo imperio.

No pues. Su razón de existir, fue, en lejanos días de1471, - hasta donde se sabe- albergar la “mallqui” (momia), del célebre inca, guerrero, estadista y constructor, Pachacútec, (El Que Transforma La Tierra, o la Naturaleza), llamado Cusi Yupanqui, antes de su encumbramiento al poder, contrariando deseos y preferencias de su padre Huiracocha, que siempre engrió a fondo, al inepto y cobardón Inca Urco, su nene favorito, quién sabrá nunca porqué.

Es necesario aclarar, siguiendo al maestro Lumbreras, que en este caso, “tumba”, debe entenderse, no en el sentido “occidental y cristiano”, como decían los “neoliberales” de antes.

Es decir, como el oscuro hueco en el cual se manda a guardar al frío, sino como en el majestuoso ambiente de reposo para los restos embalsamados del “hombre más asombroso que produjo la Historia andina”,- según doctas palabras de un famoso historiador europeo.

Comenta Juan de Betanzos, que a pesar del indómito valor demostrado por Cusi Yupanqui, en numerosas batallas contra tribus que se oponían a la expansión incaica, su padre Huiracocha, solía proclamar que algún día sería Inca Urco, quien ceñiría la “mascaypacha”, en calidad de sucesor suyo.

Pero resulta que allá por el año del Señor, de 1,438, los chancas, amenazaron invadir el Cusco, motivando la consiguiente alarma entre el choletaje.

Recibida la noticia, Huiracocha, huyó cobardemente a refugiarse en Calca, en tanto, su chochera Inca Urco, se refundió en la serranía, en medio de un ataque de enterocolitis, que hoy llamaríamos bicicleta, para decirlo en fino.

Cusi Yupanqui (algo así como “Luz de la Mañana”), se encojonó como los bravos, arengó al ejército que amenazaba desertar ante la fuga del inca y dispuso una defensa del Cusco, en un planteamiento estratégico, que hubiera envidiado Von Clausewitz y quizás le hubiera plagiado Tsung Tzu, pues combinaba el choque frontal, con el “muerde y huye” de variadas guerrillas, aparte de emboscadas nocturnas que en aquellos tiempos no se le hubieran ocurrido a nadie.

Además, siempre cuidó de “no perder la población”, o sea, el apoyo popular, sin el cual, no hay victoria posible.

El resultado, fue una aplastante derrota de los invasores, el sometimiento de la etnia chanca en su totalidad y el apresamiento de su líder, que.-sin embargo- fue tratado con respeto militar, “por haber luchado en buena ley”.

Vencedor en combate que le valió incluso una herida en la cabeza, Cusi Yupanqui-noble como todo valiente- reunió una junta de generales y la envió a Calca, a entregar la victoria a su padre, el legítimo inca, más allá de su cobardía.

Huiracocha, recibió a los comisionados, congratulándolos por la victoria y elogiando a su hijo Cusi Yupanqui, -a quien desde entonces, todos llamarían “Pachacútec”- y añadiendo marrullero, que “posiblemente, en el futuro, estaría destinado a ser inca”- pues secretamente, seguía prefiriendo al también cobarde, Inca Urco. Cosas de la política, mi estimado.

Pero bien dicen que la victoria tiene muchos padres, en tanto, la derrota es huérfana.
No bien el inca vencedor con su coraje y con su sangre, invitó a su padre a las grandes celebraciones triunfales, el viejo Huiracocha, pretendió hacer partícipe de los festejos a Inca Urco, que-como el enano “Tripedo”- , sólo sabía de traiciones, calumnias y canalladas. Aparte de ser más cobarde que una gallina búlgara, como floreaba en mis años de bohemia, un pata al que llamábamos “Zambo Cebiche”.
Desde luego, Pachacútec, rechazó dicha pretendida imposición y entonces, el chimbombo Inca Urco, se alucinó bravo y armó un pequeño ejército con el cual-de retaguardia nomás- atacó el Cusco, siendo repelido de manera aplastante por las fuerzas de su triunfal hermano quien finalmente lo apresó y harto ya, de mariconadas, lo hizo descuartizar ordenando que sus restos fueran arrojados al río Vilcanota, como quien dice: a ver si aprendes para la próxima. O no juegues con El Diablo, porque El Diablo come candela.

Pero “Pachacútec”, no se dio por satisfecho luego de consolidar el cacicazgo del Cusco, sino que no paró hasta convertir al incario en un poderoso imperio que conquistó por la fuerza de las armas, los acuerdos estratégicos, el intercambio de favores y tesoros y hasta la entrega de bellas “pallas” a algunos gobernantes, para lograr la unificación del reino, la aceptación de sus leyes y la oficialización del runa simi, lengua quechua, al tiempo que se construía hermosos palacios, se domesticaba la furia de los ríos, se mejoraba el “Capac Ñam” (Camino del Inca) y se enseñaba a magnificar la agricultura, mediante el riego inteligente y la construcción de andenes, para que nadie permaneciera ocioso o pasara hambre.

Y a los remolones, se les aplicaba el “mitimaes” que consistía en traslado e intercambio de poblaciones y costumbres.
Llegado el momento, a Huiracocha,-que ya era más viejo que una película de cowboys-, no le quedó más remedio que reconocer a Pachacútec como legítimo inca y colocarle la “mascaypacha” real.

Peor…pero… la gente injusta no siempre pasa piola, my dear. Y cuenta Betanzos también, que para culminar la transmisión de mando, en el barrio Tococache que hoy se llama San Blas, Pachacútec, obligó a Huiracocha a beberse un aríbalo completito de chicha, que el cocho fulero, apuró hasta la última gota, declarando- chobo ya- que su magnífico vástago era: “Pachacútec Yupanqui, Capac Intichuri”, que en criollo se traduce como: “Hijo Brillante del Sol, que Transforma el Mundo”, - lo cual, era ya, la merme en coche o la yuquita en punto de ají panca, para la vanidad de cualquier hijo del Tahuantisuyo”. ¿Cómo la vites?

“Pachacútec” murió en 1471, dejando tras si, una obra jamás igualada por gobernante alguno de este u otros mundos .Pues aparte de sus triunfales campañas militares, sus éxitos políticos, conquistas territoriales y sus sabias disposiciones de gobierno, supo ejecutar sus obras directamente, midiendo hasta las piedras con cordeles y muescas (marcas, para los no ilustrados) y dirigiendo su extracción de las canteras, conforme hizo-entre otros casos- tras demoler el “Inti Cancha” de adobes, para convetirlo en el fabuloso “Ccori Cancha” de oro y rocas, que encontraron los rapaces soldados de Pizarro.

La reverencia al “mallqui” de “Pachacútec” se evidenció largamente y poco antes del derrumbe imperial, dicha momia, fue confrontada reverencialmente, con la similar de Huiracocha en la plaza de Aucaypata, para luego depositarla en el “Templo del Trueno”,otra de las grandes obras de este genial gobernante, cuya historia debieran conocer esos “estudiantes” que al ser preguntados por Bolognesi, responden que “es una plaza que está por la avenida Arica”, o llaman a Don Miguel Grau y Seminario: “un señor gordo, de barba”, ignorando sacrílegamente su grandeza.

Me gustaría seguir con esta historia y tengo material para ello, pero como algunos saben, “el espacio, es el único tirano que no puede ser vencido por el buen periodismo”.

-Pero si un considerable grupo me lo pidiera, puedo continuar la cantada.

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